«Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes, ni mártires. Cada lucha debe de empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”
Rodolfo Walsh

Es un momento particular para la política en Chile. En plena campaña de una elección municipal clave para la carrera presidencial 2013 y con interesantes demandas en construcción desde movimientos sociales que acumularon fuerza a partir del histórico movimiento estudiantil del 2011.

«El enemigo de mi enemigo, es mi amigo»

El poder de las movilizaciones del 2011, y su reinvención durante todo este año, ha significado un impacto tremendo para la clase política chilena. La masa de personas que marchó por las calles de las principales ciudades chilenas corrió el eje de lo posible para la vida social y política interna. Paso a paso, se fue configurando un cuestionamiento transversal a la dirigencia política. Podríamos decir que con cada convocatoria se fue generando un alineamiento de dos fuerzas políticas, por dentro y por fuera de las instituciones del sistema de representación política. Dos bloques. Uno motorizado por el movimiento estudiantil, con la fuerza motriz de la calle; y otro, pasmado por la revuelta ciudadana, ‘encerrado’ en los pasillos del poder instituido.

Este último bloque responde a la perfección al viejo adagio de «el enemigo de mi enemigo, es mi amigo» y articula un ataque frontal, tanto a las figuras del movimiento estudiantil como a la mas espinoza de las demandas instaladas: una Asamblea Constituyente que sepulte la Constitución de la dictadura y que construya una Carta Magna de la democracia. Caudillos de la derecha y la Concertación, en los hechos, evidencian un pacto: o protegen juntos el sistema institucional, severamente cuestionado por las movilizaciones, o ‘el modelo’ chileno comienza a derruirse.

Los hechos. La imagen de Piñera sigue cayendo en las encuestas y nada parece poder cambiar esa tendencia, salvo un buen resultado en las elecciones municipales del próximo 28 de octubre. Aquí es donde despunta la campaña del terror que apunta a ‘izquerdizar’ la demanda por una Nueva Constitución, basándose en un mero cálculo electoral: mellar la imagen de Michelle Bachelet vistiéndola con el traje endemoniado de ‘la Constituyente’.

“[La Asamblea Constituyente] Significa echar por la borda la Constitución, el rol del Congreso, y facilitar el populismo. ¿Va a llegar Michelle Bachelet a proponer Asamblea Constituyente como es lo que crecientemente la izquierda está planteando? Eso me gustaría que ella contestara cuando se plantea esa realidad, es decir, vamos a acercar a Chile a ser países como sabemos que están en América Latina y están caracterizados por la falta de valores democráticos y por el populismo”. Declaraciones del Ministro Secretario Gral. de Gobierno, Cristian Larroulet, a Radio Agricultura (Fuente: El Mostrador 22 /08/2012)

Si evitamos caer en la desprolija táctica de los cancerberos de Piñera, y apartamos la figura de Bachelet del análisis, no deja de llamar la atención que quien respaldó los juicios de la derecha piñerista fue el capo del socialismo chileno: Camilo Escalona. Con su arrogancia característica prosiguió machacando a la Asamblea Constituyente.

“Yo no quisiera que el tema de la Asamblea Constituyente fuera una especie de droga que nos haga olvidar los problemas políticos, que son los decisivos. O sea, que nos pongamos a fumar opio en un escenario ficticio, inexistente, de una crisis institucional que no existe, de una Asamblea Constituyente que no se va a constituir nunca, y que sigamos perdiendo parlamentarios, que continuemos desunidos, y que la derecha continúe haciendo un eficientísimo trabajo electoral.” Declaraciones de C. Escalona a Diario La Tercera (Fuente: LaTercera 1/09/2012)

Sería ingenuo pensar que el animal político de Escalona no evaluó cuidadosamente referirse como ‘fumadores de opio’ a todos los dirigentes concertacionistas que acogieron el reclamo de las movilizaciones del 2011 sobre la necesidad de una Asamblea Constituyente ¡Todo lo contrario!

Escalona dio una nítida señal de protección al status quo. Protagoniza una defensa corporativa de los privilegios que comparten tanto los dirigentes de la Concertación y la Alianza como de aquellos grupos económicos que concentran el poder en Chile. Con sus declaraciones queda claro que la socialdemocracia y la derecha se oponen a que prolifere el debate: ¿necesita Chile una nueva Constitución? Es más, configuran -en forma concertada- un asesinato mediático con argumentos reaccionarios y de escaza densidad política. Nada más cercano a la acción desesperada que, ante una amenaza en el campo de batalla, posterga principios y símbolos claves para dar paso a cálculos mezquinos y miserables. Ahí están pues, la derecha y la Concertación contra la ciudadanía.

Efectivamente, si hubo un acuerdo transversal entre el ‘ciudadano de a pié’, que participó de las manifestaciones del 2011 y 2012, es que la Concertación y la Alianza son corresponsables del desmantelamiento de la educación pública, la precariedad laboral, la pobreza extrema del sistema de salud público, la inequidad del sistema de pensiones; todo ello en paralelo con un periodo sostenido de bonanza económica que llega sólo a un reducido segmento de la sociedad chilena. Evidencia clara de la fractura de Chile, un país con una marcada desigualdad social y económica*. ¿Entonces? La corporación política chilena tiene un enemigo común: ¡sus propios votantes! Qué paradoja.

* Para profundizar sobre este punto recomiendo el excelente informe “Índice de Desarrollo Humano 2011: nuestra desigualdad como lastre” del blog.delarepublica.cl